jueves, 11 de noviembre de 2010

Nostalgias de un café veraniego (de cinco a siete)


Se evidencia en el ocaso
Y en el frío de los sentidos
El colapso de los tiempos
En un mal nombrado café.
Se evidencia en sus páginas
Nobles y raídas,
En su sonido serpenteante
Entre la niebla,
El humo asceta
Que solía colarse
Entre los sombreros.

En su sabia minoría de edad
Subyace un hombre discreto
Que bailotea encima de los vivos.
Es su malsana compañía
O su desinteresada nuez de cola;
Su lucidez en el vendaval,
Los cerros que lo encierran.


Café y siempre abordaje
De infinitas partículas amarillas,
De viajes retraídos
De tangos itinerantes
De boleros en bruto
Siempre a las seis.
Café de dos cervezas
Guiando un despecho
Con vivaz anhelo
De resumir a Gardel
En medio metro de mesa,
Desierta.

Café de héroes sin carné
Sentados a la espera de cualquier lágrima
Destinada a no derramarse.
Café de burlones bostezos
De ansias prolongadas de mujer
De espíritus que se mecen
Y dan vuelta al disco de acetato.
Café de sonrisas no fingidas,
Tampoco sinceras;
Café de escenas dormidas
En tiempos animosos,
Tampoco en movimiento.
Café de evidencias siniestras,
Lujurias tamizadas,
Sabios sin vergüenza.
Sórdidas lunas de enero;
Atiborrado Café
que hace pequeña
a Bogotá.

León Plata
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